Sumergiéndose en los Desafíos para un Amor Saludable
Cuando elevamos el mundo emocional a un pedestal y creemos que nuestro propósito en la vida es encontrar una relación amorosa que nos brinde amor, felicidad y protección sin esfuerzo, nos cegamos e incapacitamos para ver los aspectos oscuros que surgen en toda relación humana. Es fundamental aprender a gestionar estos aspectos, lo que significa trabajar con ellos tanto a nivel personal como con la otra persona. Si, ante un conflicto, no hay una disposición de nuestro compañero para una transformación que beneficie de manera equilibrada a ambas partes, la mejor opción es terminar la relación.
Es esencial tener presente que nuestros modelos de infancia suelen moldear el tipo de interacciones que desarrollamos a medida que crecemos. En otras palabras, lo que aceptamos y rechazamos al formar vínculos está influenciado por lo que aprendimos en nuestra infancia. Si nos enseñaron formas tóxicas de relacionarnos, es muy posible que, en lugar de buscar un amor saludable, tendamos de forma principalmente inconsciente a formar relaciones basadas en el sometimiento y la represión, lo que puede conducir a la violencia y deteriorar nuestra salud integral.
Desde la perspectiva de la víctima, la violencia puede manifestarse como una mezcla de sorpresa, culpa y confusión, atrapándola en un ciclo sin fin. Este ciclo comienza con una vaga sensación de inadecuación que, con el tiempo, se convierte en una falta de equilibrio en la pareja. Así, la relación se transforma en una prisión de límites borrosos que se redibujan en un bucle interminable, causando un profundo tormento e impidiéndole tomar decisiones asertivas.
Podemos extraer lecciones valiosas para nuestro crecimiento personal y nuestras relaciones con los demás al considerar la violencia desde la perspectiva de la culpa experimentada por la víctima. Este enfoque nos ayuda a comprender cómo abordar y prevenir la violencia si la identificamos en nuestra propia vida o en la de un ser querido.
Etimológicamente, la palabra «culpa» proviene del latín y significa «falta» o «defecto» y está vinculada al ámbito moral. Se refiere a una sensación de responsabilidad por creer que se ha actuado de manera incorrecta, acompañada de remordimiento o arrepentimiento.
La culpa que sufre la víctima en una relación violenta es un fenómeno complejo y devastador, donde se interioriza un sentimiento de merecimiento del maltrato. Esto ocurre porque el propio maltratador refuerza esta sensación, a menudo utilizando estrategias de manipulación como el gaslighting. A través del doble vínculo consciente, es decir, un mensaje contradictorio, el maltratador hace que la víctima dude de su propia percepción de la realidad (cordura), activando la culpa por situaciones que no ha provocado ni hecho.
El maltratador no siempre se comporta de manera cruel; también hay momentos de aparente ternura y escucha. Sin embargo, estas muestras de afecto son superficiales y esporádicas, ya que este constantemente vuelve a los comportamientos abusivos. Al utilizar estrategias como el gaslighting, el maltratador logra que la víctima sienta que el maltrato es su responsabilidad, en lugar de reconocerlo como parte de la personalidad abusiva del maltratador.
Para comprender la dinámica que genera la culpa y su irracionalidad, es esencial que la víctima pueda discernir entre los hechos objetivos y las interpretaciones subjetivas. Reconocer las señales de alarma es crucial. Por ejemplo, si la víctima experimenta un distanciamiento gradual de sus seres queridos, encuentra obstáculos para realizar actividades que le motivan, sus necesidades son ignoradas o minimizadas, y la relación se caracteriza por constantes recriminaciones hacia ella, mientras el perpetrador se presenta a sí mismo como un modelo de moralidad, argumentando que, si bien puede cometer pequeños errores, en su mayoría estos son atribuidos a los comportamientos insanos de la propia víctima, señala un claro desequilibrio en la relación.
En cuanto a las consecuencias en la salud mental que pueden servirnos como indicativo para poner fin a estas dinámicas, se encuentra la ansiedad, que puede desencadenar un trastorno de ansiedad generalizada, depresión y trastornos de estrés postraumático. Estos problemas suelen ser comunes, ya que la incapacidad para resolver las situaciones vividas conduce al aumento del estrés crónico, lo que termina dañando el organismo. Todas las señales descritas son indicadores claros de una relación disfuncional y sugieren una incapacidad para repararla. Es fundamental que la víctima reconozca estas señales y busque apoyo para salir de esta situación perjudicial.
Una vez que la víctima ha salido de la relación, es fundamental que realice una mirada reparadora del pasado para reconstruir su autoestima y recobrar la confianza en sí misma y en los demás. Es esencial reservar espacios para el autoconocimiento, donde pueda descubrir los factores que contribuyeron a aceptar el maltrato, identificar las fortalezas que le permitieron mantenerse a flote, así como las motivaciones intrínsecas que le dan sentido a su vida y que por lo tanto debe realizar lo más posible. Esta técnica es importante, debiendo llevarse a cabo de manera constante.
Es a partir de este punto de partida que poco a poco puede comenzar a encontrar un equilibrio en su vida que le ayude a desarrollar habilidades de las que carece o que necesita mejorar y valorar aquellos aspectos positivos que ya posee. En este proceso constante de equilibrio, la víctima puede descubrir que es una persona diferente y que el pasado no tiene por qué repetirse. Más bien, puede utilizarlo como una fuente de aprendizaje y crecimiento, convirtiéndose en un individuo más sabio que, con su experiencia, puede ayudar a otros en situaciones similares.
En síntesis, abordar la violencia desde una perspectiva de responsabilidad compartida nos brinda la oportunidad de comprender mejor las dinámicas subyacentes y tomar medidas para prevenirlas. Reconocer y trabajar en reparar los modelos de infancia y las experiencias pasadas que influyen negativamente en nuestras relaciones presentes es el primer paso para romper el ciclo de abuso. Es esencial que las víctimas se empoderen, reconociendo su propia valía y capacidad para establecer límites saludables. Asimismo, es crucial que sepan que no están solas y que tanto como hay recursos disponibles en ellas mismas pueden contar con un entorno seguro que las acoja, en el desafío de reconstruir sus vidas.
Si estás desorientado y/o atravesando una situación difícil y necesitas apoyo para sanar tu pasado, mejorar tu autoestima y confianza, así como para desarrollar y potenciar tus habilidades, contáctame. Juntos podemos trabajar para desarrollar tu máximo potencial.
De Carolil