Sobrevivir en lo estrellado

Una de las cosas que en mi adolescencia me parecieron inquietantes, pero que al principio resultaban amargas para luego volverse agradables al desarrollar una nueva habilidad, son esas actitudes inconsecuentes de los supuestos «amigos (as)». Esos momentos en los que te encontrabas en una ciudad desconocida, con frío, hambre, poco dinero y una compañía que desaparece en la nada. Encontrándote completamente sola en un entorno lleno de peligros evidentes, notas la ambivalencia de la gente y te parece una comedia negra, pues sabes que si hicieras lo mismo, surgiría una avalancha emocional de reproches e insultos. Ante este dilema, asumí la vida como una aventura donde mi mejor amiga y defensora debía ser yo misma. Fue por eso que, cuando un amigo recientemente me dijo: «Al principio, la ausencia de amor en mi entorno me hizo llorar, pero después me cansé de hacerlo y aprendí a ser fuerte. Es por eso que no entiendo la debilidad», me hizo pensar que, en cierto aspecto, me pasó lo mismo. Pero, a diferencia de él, reconocí que dentro de uno puede habitar un pequeño niño que fue herido, por lo tanto, me parece mucho más agradable gestionar mis propias emociones y demonios, reconocerlos y aceptarlos como parte de mi condición de humana, por lo tanto aceptar mi propia vulnerabilidad más que negarla y pretender que tanto yo como los habitantes del mundo deban ser super héroes de acero.

Es interesante cómo, ante sucesos similares, llegamos a conclusiones diferentes. Es por eso que, en lugar de admirar, pretendiendo ser un Aquaman, me parecían más interesantes figuras como Freddie Mercury, Janis Joplin o Thom Yorke, quienes, envueltos en sus propias fragilidades y sueños, revolucionaron a través de sus ideales al mundo y, en algunos casos, fueron destruidos por él.


Por eso siempre digo que me dan igual tanto las falsas sonrisas como los gestos falsos, porque las máscaras eventualmente caen y solo dejan en evidencia el vacío de quien las lleva. En cierto aspecto, siempre somos susceptibles de quedarnos sin piso. ¿Y qué es lo peor que puede ocurrir? Al igual que en el origen del Big Bang, podemos encontrar energía y partículas subatómicas que nos ayuden a construir, a partir de nuevos enlaces químicos, la materia que nos sirva para edificar una nueva civilización. O simplemente dejarnos llevar por las estrellas y, recordando que nuestro paso es efímero, tratar de actuar lo mejor posible, mientras la sangre en nuestras arterias y venas siga circulando al ritmo de un corazón que, como un lucero, tiene fecha de caducidad.


De Carolil

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