¿Repites errores pasados en tu pareja?

¿Sabías que las relaciones de pareja que formamos pueden estar influenciadas por lo que aprendimos en nuestra infancia? Si no trabajamos en nuestro desarrollo personal, es fácil reproducir patrones de amor y apego que vimos en casa, sin darnos cuenta.
Cuando establecemos relaciones de pareja, si no hemos trabajado en nuestro desarrollo personal, es común que heredemos los patrones que aprendimos en nuestra infancia, en relación con cómo sentimos que nuestras figuras de apego nos amaron, y cómo ellas se amaron entre sí. Esto tiene que ver con el hecho de que, como seres sociales, aprendemos a través de la observación, un proceso conocido como modelado. Por lo tanto, antes de entrar en una relación que desees que sea saludable o de apego seguro, es fundamental que te hagas algunas preguntas:
- ¿Qué tipo de relación construyeron mis padres o aquellos que hicieron de padres?
- ¿Cómo daban y recibían amor?
- ¿Respetaban sus propios límites y los de su pareja?
- ¿Se complementaban y crecían juntos?
- Y, en base a lo que vi, ¿qué tipo de dinámicas reproduzco en mis relaciones?
- Si esos modelos fueron nocivos, ¿he decidido usarlos como «antimodelo»?
Muchas veces aprendemos estos modelos de manera automática durante la infancia, por eso se tiende a confundir estas dinámicas con un sistema intergeneracional heredado por genética. Sin embargo, en realidad, es una reproducción ambiental, basada en lo que observamos.
Es por eso que debemos ser conscientes de si, hoy en día, estamos arrastrando heridas generadas en nuestra infancia debido a nuestros modelos de apego. Estas heridas se activan como mecanismos de defensa cuando tenemos problemas con nuestra pareja, lo que a menudo nos ciega, impidiéndonos ver la realidad. Sin darnos cuenta, estas heridas emergen en nuestra mente como voces de nuestro “yo”, y, en el caso de los apegos inseguros, se manifiestan como sentimientos de rechazo o injusticia.
Por ejemplo, en el apego evitativo, la sensación de no sentirse amados por lo que somos lleva a que, frente a la posibilidad de ser desaprobados por la pareja, prefiramos huir para evitar reproducir el dolor vivido en la infancia. En el caso del apego ansioso ambivalente, las personas se sienten dependientes de un modelo amoroso que es inestable y necesitan constantes muestras de amor para asegurarse de que no los abandonen. Finalmente, el apego desorganizado es una combinación de ambos, y suele surgir en contextos abusivos, siendo el más complejo de curar en la adultez.
Superar los apegos implica, primero, escuchar a nuestro niño interior y ser capaces de atender sus necesidades emocionales. Es importante acoger nuestras vulnerabilidades, reconociendo que ahora somos adultos con la capacidad de tomar decisiones conscientes y guiarnos a nosotros mismos. Este proceso también implica desafiar creencias limitantes, especialmente aquellas relacionadas con el género y el amor, ya que muchos de estos modelos son tóxicos y nos hacen daño tanto a nosotros como a nuestra pareja.
Es esencial que, al entrar en una relación, seamos conscientes de que traemos con nosotros una «maleta» cargada con nuestra historia. Esto a veces requiere reinterpretar nuestro pasado y reescribir nuestra vida, mientras mantenemos empatía por el otro, ya que también trae su propia «maleta». Así, construir una relación saludable implica la capacidad de negociar en los momentos conflictivos para buscar soluciones que beneficien a ambas partes.
Si queremos una relación duradera, debemos tener una comunicación constante, abierta, honesta y empática. Hay que recordar que una relación es como una planta: necesita ser alimentada constantemente. Por eso, es fundamental preguntarse:
- ¿Qué tipo de relación quiero?
- ¿Es compatible con la visión que tiene el otro de lo que quiere en una relación?
Si no lo es, esa relación puede no ser la adecuada para ti.
Antes de formalizar cualquier compromiso, asegúrate de que tú y tu pareja compartan valores y una visión común. Para generar una relación saludable, deben existir cinco aspectos clave:
- Aceptación: Conocer al otro y respetarlo con sus luces y sombras, y establecer límites claros para una convivencia sana.
- Reconocimiento: Ser capaz de ver al otro tal como es, valorando su presencia e importancia. Reconocerlo es un acto de gratitud por su compañía en tu vida.
- Afecto: Conectarte desde el verdadero yo de ambos, en un espacio de intimidad, que va desde abrazos y besos hasta pensamientos llenos de amor y respeto.
- Respeto: El pilar central de cualquier relación, que implica confianza, compromiso y la voluntad de cuidar el vínculo y al otro.
- Interés por encontrarse: La disposición mutua de sorprenderse y de recordarse constantemente por qué decidieron caminar juntos.
La combinación de estos cinco elementos, junto con la atracción física, psicológica y la admiración, es fundamental para que una pareja funcione, creando una complicidad y confianza constantes.
Además, para que esta relación perdure a largo plazo, hay cuatro componentes clave que no debemos olvidar:
- Comunicación: Cómo expresamos lo que sentimos, sin descalificar al otro ni revivir conflictos pasados.
- Sensibilidad: Observar cómo nos afectan las palabras y acciones del otro, dándoles el valor que realmente tienen.
- Imaginación: Entender que nuestras suposiciones sobre la relación no siempre son correctas. Por ejemplo, pensar que nuestra pareja no quiere pasar tiempo con nosotros sin preguntar.
- Atención a los detalles: Demostrar afecto mediante pequeños gestos, como mensajes o caricias.
Con respecto a las heridas emocionales, aquellas que surgen de traumas no resueltos, es esencial expresarlas, aprender de ellas y validarlas como parte del proceso de crecimiento personal. Recordemos que, como dijo Buda, podemos utilizar el dolor como un vehículo de consciencia, permitiéndonos aprender de él y transformarlo en sabiduría.
Cada relación de pareja puede surgir de dos formas: por engrane o por elección consciente. Si sanamos internamente a través del desarrollo personal, podemos atraer relaciones basadas en un apego seguro. Sin embargo, si no lo hemos hecho, es posible que nos atraigan personas que repliquen patrones no resueltos, reproduciendo dinámicas dolorosas similares a las que vivimos en nuestra infancia.
Curar nuestras heridas implica ser compasivos con nosotros mismos, aceptándonos tal como somos y entregándonos afecto. Las heridas emocionales son como guiones que se construyen en los primeros años de vida y, para resolverlas, debemos volver a experimentar esos dolores, pero esta vez acompañados por nuestro yo adulto, que es capaz de sanar.
Por lo tanto, el proceso para sanar nuestro ‘guion’ comienza con el reconocimiento de qué tipo de historia estamos repitiendo, qué patrones nos duelen y qué debemos cambiar. Esto implica entender que las heridas comúnmente mencionadas en psicología como la herida del rechazo, la injusticia, la traición, la humillación y el abandono surgen a partir de la interpretación que hacemos de nuestras experiencias con las figuras primarias de apego.
La carta del tarot La Estrella simboliza la esperanza y serenidad. Nos recuerda que, aunque las cicatrices del pasado puedan ser profundas, siempre hay luz al final del túnel. En el contexto de las relaciones amorosas, La Estrella nos invita a sanar nuestras heridas emocionales, dejar ir el dolor acumulado y abrirnos al amor desde un lugar de equilibrio interior.
De Carolil