Reescribe el Futuro Colectivo

En el Día de la Tolerancia, reflexionamos sobre la importancia de la inclusión, el respeto a
la diversidad y la solidaridad entre todas las naciones y los individuos. La fraternidad,
entendida como el afecto y la conexión entre seres humanos, es fundamental para la
convivencia pacífica. Pero, ¿cómo surge la unión entre los seres humanos y por qué
tiende a romperse? Para comprenderlo, es necesario analizar nuestros sesgos y la
necesidad biológica de pertenecer a un grupo para sobrevivir.
El «sesgo de pertenencia» nos lleva a validar las creencias de nuestro grupo, incluso si
son irracionales. Este fenómeno puede dar lugar a ideas extremas, como la creación de
dictaduras o movimientos fascistas, que fomentan la guerra bajo la premisa de un
«nosotros contra ellos». Este tipo de pensamiento puede distorsionar nuestra capacidad de
tomar decisiones racionales y poner en peligro nuestra supervivencia. Es por esto que,
para evolucionar y mantenernos como individuos y como especie, debemos cultivar una
mente abierta, evaluadora y disciplinada, capaz de analizar la realidad con base en
pruebas y equidad.
La humanidad ha dominado el planeta debido a nuestra capacidad de cooperación
flexible, algo que nos distingue de otras especies. Esta cooperación nos ha permitido
organizar sociedades complejas y formar naciones. Sin embargo, estas naciones
dependen de ficciones compartidas para mantenerse unidas: creencias colectivas, como
el dinero, las naciones o el concepto de «leyes naturales», que existen en nuestra
imaginación pero que nos permiten coordinar nuestras acciones a gran escala. Es
esencial reconocer que estas ficciones son fundamentales para el funcionamiento de la
sociedad, pero también debemos ser conscientes de su naturaleza construida.
Desde la infancia, internalizamos estos relatos sociales a través de los procesos
psicológicos de construcción del «yo» y el «superyó». Estos mecanismos nos permiten
interactuar con la realidad y manejar nuestras necesidades sin infringir los límites de los
demás, lo que facilita el desarrollo de nuestra identidad. Sin embargo, las historias que
nos contamos a nosotros mismos, muchas veces dominadas por el sufrimiento o los
conflictos, pueden dejarnos con una salud mental frágil. La terapia narrativa nos ofrece la
oportunidad de reescribir estos relatos, de cambiar la interpretación de nuestra vida y
sanar nuestras heridas emocionales.
Es aquí donde el estudio de la historia juega un papel crucial. Aunque no nos garantiza
respuestas precisas, nos permite ampliar nuestras opciones y repensar nuestra situación
actual. Los movimientos de cambio suelen comenzar con la reescritura de la historia y la
reimaginación del futuro. Al comprender que nuestra realidad no es natural ni eterna,
podemos liberarnos de las cargas culturales que nos limitan y crear nuevas narrativas
colectivas que transformen el presente.
La historia no es un relato único, sino una red de narrativas que se entrelazan, cambiando
con cada generación. Al revisar estas narrativas, podemos crear nuevas realidades, tanto
a nivel personal como colectivo. Como seres humanos, somos capaces de concebir un
«yo» perdurable a través del lenguaje, que nos permite recordar el pasado y anticipar el
futuro. Esto nos ha otorgado una ventaja sobre otras especies y ha sido crucial para
nuestra supervivencia y progreso.
Nuestro pensamiento ético, moral y político se origina en nuestra experiencia consciente,
que a su vez se nutre de nuestras emociones, deseos y sensaciones. Sin embargo, solo
los seres humanos tenemos la capacidad de reflexionar sobre nuestras propias
decisiones y acciones, lo que nos permite tomar decisiones racionales e imparciales. Este
juicio reflexivo es lo que nos permite actuar con sensatez y avanzar hacia un futuro mejor.
La ciencia y la religión, aunque parecen opuestas, cumplen funciones complementarias.
La ciencia nos proporciona un marco de conocimiento objetivo, mientras que la religión
establece normas sociales que guían nuestras interacciones y creencias colectivas. La
interacción entre ambos ha dado forma a las ideologías que definen nuestra existencia en
la modernidad. De igual manera, los relatos y creencias que compartimos en sociedad,
como el dinero, las naciones o las ideologías, son ficciones poderosas que nos permiten
organizar el mundo, pero que también pueden llegar a dominarnos si no somos
conscientes de su naturaleza.
El Arcano de la Justicia, en la tradición del Tarot, es un símbolo profundo que representa
la necesidad de reflexionar, equilibrar y tomar decisiones basadas en la razón, la ética y la
equidad. En el contexto del desarrollo personal, la Justicia nos invita a asumir la
responsabilidad de nuestras decisiones, reconociendo que nuestras elecciones tienen
consecuencias tanto para nosotros como para los demás. Nos recuerda que, al igual que
el proceso judicial, debemos evaluar nuestras acciones con objetividad, sin caer en la
tentación de actuar impulsivamente o guiados únicamente por nuestras emociones y
deseos.
En el ámbito de la salud mental y el crecimiento personal, la herramienta de la terapia
narrativa se convierte en un medio esencial para reescribir las historias que nos limitan.
En este proceso, aprendemos a identificar los relatos dominantes que nos definen y a
reestructurarlos de manera que nos permitan sanar y transformar nuestra identidad. La
Justicia, en este sentido, se convierte en una práctica interna de autorreflexión, donde el
individuo toma conciencia de los relatos que ha internalizado y decide cuál es el más sano
y equilibrado para su vida. Esta reescritura de la historia personal es un acto de justicia
hacia uno mismo, donde nos damos el espacio para sanar y evolucionar, desechando las
historias que nos mantienen atados a patrones destructivos.
La clave para una sociedad más tolerante e inclusiva radica en nuestra capacidad de
reescribir las historias que nos contamos a nosotros mismos y a los demás. Al tomar
conciencia de las ficciones que nos unen, podemos crear nuevas realidades basadas en
la cooperación, la solidaridad y el respeto mutuo. En última instancia, somos los
narradores de nuestra propia historia, y es a través de estas narrativas que podemos
transformar el mundo y mejorar nuestra salud mental y colectiva.
El Arcano de la Justicia, junto con la práctica de la terapia narrativa, nos recuerda que
somos responsables de nuestras decisiones y de la historia que decidimos contar.
De Carolil