¿El sufrimiento tiene un propósito?

La resiliencia es un proceso de adaptación que nos permite ajustarnos a las condiciones cambiantes del entorno. Este proceso implica aprendizaje y crecimiento, lo que nos lleva a transformarnos en diversos aspectos de nuestra personalidad sin dejar de ser quienes somos. Al desarrollar la resiliencia, aumentamos nuestra apertura, fortaleza y flexibilidad, como un junco que se dobla sin quebrarse.

En su esencia, la resiliencia es la capacidad que tienen las personas para afrontar situaciones potencialmente traumáticas y recuperarse de ellas. Esta capacidad se basa en mecanismos psicológicos que nos protegen de los riesgos inherentes a ciertas situaciones adversas. Lo que consideramos «adverso» no es algo universal, sino que depende de cómo interpretamos los eventos que experimentamos. Estos eventos pueden percibirse como una amenaza o como una oportunidad de motivación. Cuando los vemos como una amenaza y sentimos que no tenemos los recursos internos para afrontarlos, pueden generar un daño significativo a nuestra salud, especialmente cuando no alcanzamos las expectativas sociales que se esperan de nosotros en determinados momentos de la vida.

Los factores que determinan si una situación nos dañará están estrechamente relacionados con la interpretación que le damos a la experiencia, el momento en nuestro ciclo vital en que ocurre y los recursos internos y externos de los que disponemos para afrontarla. Además, si esta situación se repite de manera constante, su impacto puede deteriorar nuestra salud física y emocional. Para desarrollar resiliencia, es crucial preguntarnos: ¿Qué puedo hacer al respecto? Esto implica una evaluación consciente de los recursos que poseemos, y, si es necesario, buscar apoyo profesional, como un terapeuta, para adquirir herramientas que nos ayuden a superar la situación con mayor fortaleza.

La resiliencia nos permite reducir las consecuencias negativas de las situaciones estresantes de dos maneras. Primero, actúa directamente sobre los factores de riesgo, reduciendo nuestra exposición a ellos. Un ejemplo claro de esto sería prevenir situaciones de riesgo futuro, como cambiar de entorno si vivimos en un ambiente violento. En segundo lugar, actúa de forma indirecta, limitando la cadena de reacciones negativas, trabajando sobre nuestros propios recursos. Esto promueve una buena autoestima y fomenta el desarrollo de relaciones personales que nos brindan seguridad y reconocimiento. Usar estrategias de afrontamiento saludables, como la reformulación cognitiva (una técnica de la terapia cognitivo-conductual) o la práctica de mindfulness, son herramientas útiles para disminuir el estrés y aumentar nuestra resiliencia.

Las personas con una personalidad resiliente comparten ciertas características. Suelen tener una visión equilibrada de la vida, una profunda confianza en sí mismas, una alta autoestima y una sensación de autosuficiencia. Son perseverantes, tienen un sentido claro de su vida y disfrutan de autonomía personal. Estas personas son hábiles para identificar oportunidades de crecimiento tras atravesar periodos de adversidad y se adaptan bien a las restricciones o limitaciones que puedan surgir. En situaciones estresantes, tienden a experimentar más emociones positivas que el resto de la población, ya que tienen la capacidad de integrar competencias emocionales esenciales, como un concepto positivo de sí mismas, autocontrol, regulación emocional, autonomía personal y sentido del humor.

En su vida social, las personas resilientes tienden a tener una red de apoyo sólida, lo que se debe a su capacidad para establecer relaciones sociales estables. Esto se refleja en una buena capacidad de comunicación, un fuerte sentido de pertenencia y empatía. También tienen una buena orientación hacia el futuro, caracterizada por una clara intención vital, un sentido definido de la vida, un enfoque optimista y un compromiso con la resolución de problemas. La flexibilidad y la capacidad de adaptación a las circunstancias son rasgos importantes de su resiliencia.

Ser resiliente es un proceso que dura toda la vida, con fases de adquisición, mantenimiento e incluso disminución o pérdida. Este proceso comienza en la infancia, cuando desarrollamos un apego seguro con nuestros cuidadores. Este apego es fundamental para crear una base sólida que nos permita confiar en nosotros mismos, en los demás y en nuestro futuro. Aunque la resiliencia se cultiva desde la infancia, también es posible adquirirla más adelante a través de un proceso terapéutico guiado, si no se desarrolló en las primeras etapas de la vida.

Viktor Frankl, en su libro El hombre en busca de sentido, reflexiona sobre la resiliencia en situaciones extremas, a partir de su propia experiencia en los campos de concentración nazis. A través de su vivencia y la observación de otros prisioneros, Frankl llega a la conclusión de que aquellos que sobrevivieron a esta experiencia tan deshumanizante fueron los que mantuvieron una esperanza inquebrantable. Estos prisioneros sentían que, a pesar de las circunstancias terribles, aún tenían la oportunidad de encontrar un sentido en su sufrimiento y de crecer espiritualmente. Para Frankl, este sentido trascendía su propio ego y les permitía encontrar propósito en medio de la adversidad.

Por el contrario, aquellos que perdieron la esperanza cayeron en una espiral de degradación psíquica. Se convencieron de que su sufrimiento no tenía sentido y comenzaron a cerrarse a la posibilidad de un futuro. En este proceso, la pérdida de propósito los llevaba a la desintegración, tanto mental como física. En palabras de Frankl, en este estado de desesperanza, «las estrellas del firmamento se volvían invisibles», y la persona se sumía en un «abismo sin fondo». La falta de sentido y propósito aceleraba su declive, pues sin un «porqué» que los sustentara, muchos prisioneros sucumbían a la muerte, no solo física, sino también espiritual.

Frankl cita a Nietzsche para reforzar esta idea: “El que tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo.” Según Frankl, esta afirmación resume la clave de la resiliencia humana: el sentido de la vida. Para poder afrontar cualquier adversidad, es esencial que las personas encuentren un propósito que les dé dirección, un «porqué» que las impulse a seguir adelante, incluso cuando las circunstancias externas sean insoportables. Este sentido, que puede estar relacionado con el amor, la creación o el deber hacia otros, proporciona una razón para seguir luchando, incluso en las condiciones más extremas.

Por ejemplo, Frankl sugiere que el ser consciente de la responsabilidad ante un ser querido, o el deseo de cumplir una misión personal, puede ser el motor que permita a alguien superar situaciones límite. De hecho, Frankl argumenta que el amor, en sus diversas formas, es una de las fuentes más poderosas de resiliencia. Es el amor el que impulsa a las personas a seguir adelante, a encontrar un propósito mayor que su propio sufrimiento, y es el amor lo que les permite tener una visión trascendental de la vida. Esta es la base de su teoría, que considera el crecimiento personal como un proceso en el que el ser humano se enfrenta a las adversidades con una actitud de responsabilidad y propósito.

Finalmente, Frankl señala que la verdadera humanidad radica en la capacidad de decidir quiénes somos, independientemente de las circunstancias externas. Para ilustrar esto, menciona dos tipos de personas en los campos de concentración: por un lado, el guardia nazi, que con su actitud contribuye a la muerte de otros; y por otro, el prisionero que, aun en la más absoluta desesperación, mantiene su dignidad humana, clama en voz baja una oración y se enfrenta con valentía a la muerte. Este prisionero es el ideal del resiliente, que, incluso en la cara de la adversidad más cruel, mantiene su libertad interior y su sentido de humanidad.

La carta del tarot La Estrella, en relación a las situaciones adversas que enfrentamos en ciertas etapas de nuestra vida, simboliza la pérdida de la ingenuidad y el proceso de conocer la realidad de la vida humana. Este es un proceso doloroso, pero necesario, en el que la realidad se devela ante nosotros cuando comenzamos a crecer y salir del seno del hogar. Aunque la realidad nos golpea, no podemos retroceder y esconderla. La Estrella nos invita a ser humildes y a conectar con nuestra intuición, con la fe de que, a pesar de la tormenta, la aurora llegará.

Es así que, si tienes esperanza y voluntad para vivir, encontrarás los recursos internos para luchar contra las inclemencias de tu vida. Las estrellas representan fuerzas que nos guían en este proceso, transformándonos en valientes guerreros. La fe en el mañana es la confianza de que los resultados serán buenos para nosotros, independientemente de cómo se presenten. Esta aceptación de la realidad y nuestra capacidad de trascender las dificultades nos mantiene en pie, fortalecidos por nuestra resiliencia.

Finalmente, La Estrella también resuena con la filosofía de Viktor Frankl: las personas resilientes son aquellas que se atreven a correr riesgos en la vida con la seguridad de su integridad, desarrollando los recursos necesarios para cumplir con sus propósitos y, en este proceso, aceptar la realidad tal cual es, mejorando aquellos aspectos en los que podemos hacer algo para mantener nuestro amor hacia nosotros mismos y hacia la humanidad.

De Carolil

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll al inicio
Abrir chat
Escanea el código
Hola, soy Carolil.
¿En qué puedo ayudarte?