El Amor Que Mereces

San Valentín, una fecha cargada de simbolismo, tiene sus raíces en una tradición católica que conmemora las buenas acciones de San Valentín de Roma, conocido por su dedicación al amor y a la afectividad, conceptos universales que siguen siendo el núcleo de la celebración. La palabra «amor» proviene del latín amor, que a su vez se origina en la raíz indoeuropea ama, asociada al llamado de un niño a su madre, simbolizando el vínculo profundo y primordial que todos buscamos, ya sea en la infancia o en nuestra vida adulta.
Este vínculo emocional, cuando es manejado de manera saludable, no solo nos ayuda a sanar heridas del pasado, sino que también contribuye a la creación de relaciones de pareja más equilibradas y sanas. En este contexto, existen tres tipos de amor que se entrelazan en una relación: ágape, filia y eros. La armonía entre estos tres elementos es la base para una relación duradera y genuina, fundamentada en la confianza, la intimidad, la reciprocidad y la responsabilidad. Cada uno de estos amores juega un papel crucial, y en ocasiones, uno de ellos tomará más protagonismo según las circunstancias. Por ejemplo, cuando uno de los miembros de la pareja enfrenta una necesidad emocional, el amor ágape, que implica entrega desinteresada, será el que prevalezca.
Para cultivar una relación de amor saludable, es fundamental reescribir nuestra historia personal. Las experiencias pasadas, que en ocasiones pueden estar marcadas por conflictos o carencias, deben ser abordadas desde el perdón y la autocompasión. Desde este enfoque, podemos sentirnos dignos de un amor saludable. En este proceso, la clave es la comunicación abierta, empática y honesta, además de establecer límites claros y ser capaces de resolver conflictos en busca del bien común. De esta forma, podemos alejarnos del paradigma tóxico del amor romántico que sugiere que el amor «debe fluir sin esfuerzo», una idea errónea que genera expectativas poco realistas. Es vital aprender que una relación requiere trabajo constante, donde ambos miembros deben compartir sus necesidades de manera asertiva, sin caer en reproches o descalificaciones.
El amor verdadero, por lo tanto, no se trata solo de momentos de pasión, sino de construir una relación sólida mediante gestos cotidianos de cariño y apoyo mutuo. Esto solo es posible si ambos miembros comparten valores comunes y se comunican con empatía y sinceridad. En este Día de San Valentín, te invito a reflexionar sobre qué áreas de tu relación podrían mejorar, a considerar las necesidades de tu pareja y las tuyas, y a trabajar juntos por el bien común. Si tu relación activa temores, carece de reciprocidad o está marcada por dinámicas destructivas como la descalificación y la manipulación, es momento de replanteártela.
Recuerda que el amor no surge espontáneamente, ni está exento de conflictos. De hecho, son precisamente los conflictos, cuando son gestionados de manera saludable, los que permiten que una relación perdure. Al igual que una planta, el amor necesita ser cultivado con atención, paciencia y dedicación. Ninguna persona puede leer la mente de su pareja; el diálogo y la planificación de momentos juntos son esenciales para que la relación florezca.
De Carolil