Leer Cambia Tu Mente

¿En la era audiovisual está desplazando la experiencia de leer? Vivimos sumergidos en un flujo constante de imágenes, sonidos e información fragmentada. ¿Sigue teniendo lugar la lectura en este contexto?
Walter Benjamin hablaba del “shock” de la modernidad: esa saturación de estímulos que fragmenta nuestra percepción, debilita nuestra atención y desensibiliza nuestras emociones. Pero, ¿y si en lugar de rechazar lo audiovisual, empezamos a habitarlo de otro modo? Tal vez ahí podamos rescatar la experiencia del leer, incluso dentro del lenguaje visual.
La palabra «libro» viene del latín liber, que nombraba la parte interior de la corteza de los árboles. En la antigüedad, cuando lo digital no existía, escribir era literalmente grabar la memoria humana en la naturaleza. Y es que los árboles, en su estructura misma, nos cuentan la historia de su vida.
Por otro lado, la palabra «lectura» deriva del latín legĕre, que significa leer, pero también escoger. Desde su origen, leer fue una forma de recolectar sentido, de seleccionar lo importante entre lo disperso.
Entonces, ¿esto demoniza las formas actuales de acceder al conocimiento? A mi parecer, no. Más bien, nos invita a soltar la idea de que solo lo físico es real. Lo digital, aunque efímero, puede volverse algo concreto, profundo y vital si lo habitamos con una actitud más consciente y meditativa. Como si el conocimiento se reencarnara simbólicamente para seguir haciéndonos crecer, igual que lo hicieron los primeros libros.
Leer cambia tu cerebro. Activa el área visual, el sistema límbico, la corteza prefrontal. Fortalece la flexibilidad cognitiva y mejora nuestra capacidad para comprender y conectar con otras personas. Leer también nos calma: seis minutos pueden reducir el estrés en un 68%. Disminuye el cortisol, enfoca la atención y activa el sistema nervioso parasimpático.
Además, leer ficción entrena la empatía. Nos ayuda a identificar, nombrar y procesar emociones. Es un ejercicio emocional silencioso. Y también protege nuestra mente a largo plazo: quienes leen con frecuencia desarrollan mayor reserva cognitiva, lo cual ayuda a retrasar enfermedades como el Alzheimer.
Leer nos conecta. Compartir historias, en clubes, redes o conversaciones, genera sentido de pertenencia. Los libros son espejos donde nos vemos, pero también ventanas hacia otras vidas.
Ahora bien, ¿es posible una lectura audiovisual? En un mundo donde el video corto domina la atención, muchas personas sienten que ya no leen. Pero, ¿y si la lectura ha evolucionado?
Ver un video con atención crítica puede ser una forma de lectura multisensorial. Escuchar, observar, filtrar información, cuestionar, relacionar con la experiencia propia, extraer aprendizajes o emociones. Todo eso activa las mismas redes neuronales que al leer un libro: pensamiento crítico, empatía, memoria, comprensión.
Y si además compartimos lo que vimos, dialogamos, creamos comunidad… entonces también estamos leyendo el mundo, aunque lo hagamos a través de una pantalla.
El efecto shock que Benjamin advirtió —esa sobreestimulación que fragmenta la experiencia y nos desconecta— no es inevitable. Podemos resistirnos. ¿Cómo? Observando lo audiovisual desde una actitud simbólica, emocional, reflexiva. Mirando con pausa. Poniendo atención. Haciendo preguntas.
Por ejemplo: ¿Cómo repercute esta historia que vi en mi vida? ¿Qué dice de mí su contraste o semejanza? ¿Qué puedo agradecer o cuestionar? ¿Qué conexión tiene ese hecho, aunque parezca ajeno, con mi país, mi historia o mi presente?
Celebrar la lectura es también celebrar la pausa, el pensamiento y la experiencia de estar presentes en un mundo que nos quiere distraídos.
De Carolil