¿Filosofar Transforma La Realidad?
En el día de la filosofía es importante cuestionarte ¿Cómo la filosofía, te puede ayudar a aprender a tomar mejores decisiones, entender tus emociones y alcanzar una sabiduría más profunda para transformar tu vida diaria?
La filosofía, etimológicamente, significa «amor a la sabiduría», y sus raíces se encuentran en la antigua Grecia. Los presocráticos fueron los primeros en desarrollar el pensamiento filosófico, aunque Sócrates, considerado uno de los pensadores más influyentes, no forma parte de este grupo. Sócrates marcó una transición significativa al centrar su atención en cuestiones éticas y en el análisis crítico de las ideas a través de su método dialéctico, superando la forma de pensar basada en ideas preconcebidas y prejuicios propios del pensamiento mágico.
Para Sócrates, la sabiduría no era simplemente acumular conocimientos, sino utilizar una lógica que depurara las ideas, transformándolas en una verdad profunda. Este tipo de razonamiento crítico, orientado a cuestionar todo lo dado, es lo que hoy reconocemos como pensamiento crítico. A través de su método de preguntas y respuestas, Sócrates ayudaba a sus interlocutores a descubrir por sí mismos sus contradicciones y a llegar a una comprensión más clara de sus creencias y valores.
Es interesante destacar que, en Atenas, surgió un contexto político democrático donde los asuntos de la polis (la ciudad-estado) eran fundamentales. En este ambiente, la armonía social y la participación activa en el debate público fueron valores centrales. El diálogo socrático, con su énfasis en la reflexión crítica y en el cuestionamiento de las normas establecidas, fue crucial para fomentar la sabiduría entre los ciudadanos. No obstante, cabe señalar que Sócrates no fue un defensor incondicional de la democracia ateniense; de hecho, criticaba las decisiones de la mayoría y la ignorancia que, a su juicio, prevalecía en la política de su tiempo.
A partir de esta tradición filosófica, surgieron diversas corrientes de pensamiento, algunas de las cuales, como el pensamiento complejo, el pensamiento constructivista, el pensamiento sistémico y las teorías de sistemas emergentes, forman la base de nuestra sociedad contemporánea. El pensamiento complejo, por ejemplo, se refiere a un tipo de razonamiento que se desarrolla a lo largo de la vida, especialmente en la madurez, cuando las personas son capaces de abordar problemas con múltiples dimensiones, considerando la interconexión de los elementos y la incertidumbre inherente a las situaciones. Este tipo de pensamiento permite alcanzar un conocimiento más profundo y flexible, capaz de integrar diversos puntos de vista y de adaptarse a la complejidad del mundo contemporáneo. Sin embargo, la sabiduría en su sentido más amplio y maduro trasciende el pensamiento estrictamente lógico y científico. La sabiduría incluye no solo razonamiento lógico, sino también intuición y la capacidad de integrar las emociones en el proceso de toma de decisiones. Esta combinación de capacidades, a menudo conocida como pensamiento posformal, permite abordar la vida y sus contradicciones de una manera más flexible, entendiendo la realidad como algo más complejo y matizado que lo que puede capturar un razonamiento binario.
Este enfoque sabio se complementa con la visión de Ludwig Wittgenstein, quien argumenta que la filosofía consiste en clarificar las confusiones, un proceso en el cual no se debe asumir que las palabras tengan un único significado. Para Wittgenstein, el significado de una palabra depende siempre del contexto en que se utiliza. Esta flexibilidad en el lenguaje es lo que permite al ser humano trascender su naturaleza animal, al poder reflexionar sobre conceptos abstractos y complejos, como la esperanza, y comprender la profundidad de la experiencia humana.
Por otro lado, el neurocientífico Antonio Damasio sostiene que la conciencia es fundamental para filosofar. Según Damasio, ser conscientes de las imágenes mentales que generamos al percibir la realidad nos permite reconocer que estas imágenes pertenecen a nosotros como seres concretos, con una historia única, una memoria personal y características físicas particulares. Además, nuestra capacidad de sentir nos permite experimentar y comprender lo que ocurre en nuestro interior. Este proceso de conocimiento interno es lo que certifica la autenticidad de nuestras experiencias, permitiéndonos reflexionar más allá de lo inmediato y generar una cultura que trascienda nuestra propia generación.
La figura del ermitaño, con su lámpara, simboliza la capacidad de mirar más allá de lo aparente, una cualidad asociada al entendimiento y la sabiduría adquiridos a través de períodos de soledad e introspección. Este aislamiento no es sinónimo de desconexión de la sociedad, sino que se convierte en una herramienta de autoconocimiento, donde la paciencia y la reflexión profunda nos permiten superar las creencias limitantes que adquirimos en nuestra infancia, cuando nos incorporamos a la cultura, tanto en el ámbito familiar como social.
Para desarrollar la sabiduría, es fundamental cultivar una mente reflexiva, lo cual requiere momentos de introversión y soledad. Sin embargo, esta reflexión solo cobra pleno sentido cuando se lleva a cabo un diálogo con otros, pues el verdadero trabajo del filósofo no se limita al pensamiento aislado, sino que también implica compartir y cotejar sus ideas con las de los demás. Este intercambio constante es lo que permite evitar caer en los propios espejismos y seguir buscando la verdad.
El proceso filosófico culmina en una mente creativa e intuitiva, capaz de superar los sesgos y las lealtades a los grupos de pertenencia, entregando su luz en el momento adecuado. Esta sabiduría no se manifiesta solo en actos de habla, sino también en la capacidad de guardar silencio cuando es necesario, de actuar con discreción cuando el otro está preparado para recibir lo que se tiene que ofrecer, y de aceptar cuando es imposible cambiar una situación. En última instancia, el sabio sabe cuándo retirarse cuando su labor ya no es necesaria como se muestra en diversos textos como por ejemplo en el mito de la caverna de Platón o Zaratustra de niestzche.
Finalmente filosofar tiene un profundo impacto en la sociedad. Nos permite superar creencias limitantes, trascender el ego y abordar problemas sociales con una perspectiva más creativa e innovadora. Si no sabemos pensar como un filósofo, difícilmente alcanzaremos una verdadera satisfacción con la vida. Después de todo, nuestra vocación es aprender, y a través de este proceso de aprendizaje y adquisición de sabiduría, podemos alcanzar nuestra realización personal y, al mismo tiempo, dejar un legado duradero que beneficie a las futuras generaciones.
De Carolil