Inspirada en Mandela: Para Superar las Apariencias y Abrazar el Perdón
En este Día Internacional de Mandela, un líder hiperempático y rebelde, comparto esta reflexión sobre mi vida, que espero pueda ayudarte. (Aclaración: dejé de hacer videos por ahora por problemas técnicos fuera de mi control).
Una de las cosas que me han sucedido recurrentemente es que me suelen confundir con una narcisista. Hubo un tiempo en el que dudaba de este peyorativo, pero como siempre llevaba una libreta y contaba con mi gran aliada, yo misma, que me permitía sobreanalizarme y buscar mejorar éticamente, superé ese miedo.
Al buscar la razón de esta confusión, en los recuerdos más recónditos, apareció la primera imagen conversando con un narcisista que supuestamente debía protegerme. Posteriormente, me convertí en su chivo expiatorio, lo que hacía que tanto él como muchos otros desataran su ira. En ese tiempo, pensé que algo estaba mal en mí. De niña, conversaba con personas más sabias que yo, quienes me explicaron este fenómeno. Después de varios años desempeñando el mismo papel, el trauma fue tal que lo bloqueé y lo enterré en lo más profundo de mi psiquis.
Pasaron los años y siempre caía en la misma dinámica de abuso, pero ya había desarrollado la capacidad de salir de mí misma y observar las cosas desde una perspectiva más amplia. Miraba a esas personas como poseedoras de un tablero de ajedrez. Llegó un punto en el que tenía la capacidad de adelantarme a sus jugadas y, a la mayoría de los golpes, solía responder con una sonrisa y ocultar mi inteligencia mientras reunía pruebas para asegurarme de que mi lógica era correcta. Cuando pensaban que me tenían controlada, me pedían algo que para mí era impensable. Después de mucho tiempo de reflexión, trabajo personal y deducciones lógicas, les entregaba «un manual de buen comportamiento» y les señalaba todos sus flancos débiles ante lo que a mi parecer era una evidente «máscara amorosa». Me odiaban, y como era lúcida, sabía que si podían acceder a mí sin que «los dañara», me destruirían la vida. Tenía la certeza porque, cuando descubrían que había salido «indemne de su juego», me amenazaban directa o indirectamente. Mi decisión siempre fue irme, por algo evidente: es mejor repararse de las heridas de un alacrán que recibir su veneno todos los días.
Querido lector, ¿no te parece que mi decisión es de sentido común? Como se dice, es mejor quedarse solo y que todos piensen mal de ti que perderte a ti mismo por guardar las apariencias. De otra manera, te verás incapacitado para ayudar a los corazones nobles y ejercer lo que nos hace humanos: la ley del perdón, la comprensión y el amor que nos invita Mandela y que enriquecerán tu vida.
De Carolil